En la recta final del embarazo, muchas mujeres deciden recurrir a una "pequeña mentira" sobre la fecha prevista de parto. Lejos de la superstición o el dramatismo, esta estrategia busca algo mucho más fundamental: la calma. La experiencia revela que, a medida que se acerca el momento del alumbramiento, las constantes preguntas, la espera y la ansiedad pueden convertirse en una fuente de estrés justo cuando más serenidad se necesita. Este fenómeno, poco comentado, resalta una necesidad creciente entre las futuras madres de proteger su espacio emocional y mental durante una de las etapas más sensibles de sus vidas.
La pregunta inocente sobre la fecha de parto se transforma en una fuente de presión a medida que el día se acerca. Los mensajes, audios y llamadas diarias con el mismo interrogante – "¿Sigues igual?", "¿Ya nació?", "¿Pero no era hoy la fecha?" – se repiten incesantemente. Ante esta situación, muchas mujeres optan por adelantar la fecha real de parto cuando se les pregunta, diciendo que es más tarde de lo que la matrona les ha calculado. Por ejemplo, si la fecha real es el 5, dicen que es el 20, argumentando que "aún queda" cuando ya están en la fase final, o que "todavía falta". El objetivo de esta pequeña falsedad no es engañar por gusto, sino buscar un respiro de la insistencia externa.
Es crucial recordar que la fecha de parto es solo una estimación, una probabilidad, y muy pocos bebés nacen exactamente en ese día. La mayoría llega antes o después, lo cual es completamente normal. De hecho, algunas matronas, con un toque de humor, han rebautizado la "fecha probable de parto" como la "fecha improbable de parto". Aunque un embarazo a término abarca desde la semana 37 hasta la 42, a partir de la semana 40, el reloj parece acelerarse, especialmente para quienes preguntan sin cesar si el bebé ya ha llegado, lo que puede generar una presión innecesaria en la futura madre.
Las últimas semanas del embarazo son un período sumamente especial. El cuerpo se prepara para el parto, las sensaciones se intensifican y la mente transita hacia el llamado "planeta parto". En este lapso coexisten la ilusión, el cansancio y la incertidumbre, pero sobre todo, una necesidad imperante: la calma. Se requiere calma para escuchar las señales del cuerpo, para establecer una conexión profunda con el bebé, para sostener la espera con paciencia y para disfrutar plenamente de los últimos momentos de la gestación. Cada pregunta sobre el nacimiento, aunque bien intencionada, puede, al repetirse constantemente, incrementar la ansiedad, especialmente si el parto se prolonga más allá de lo previsto. No es que las embarazadas no valoren el interés, sino que a menudo carecen de la energía necesaria para gestionar esta avalancha de interacciones. Además, estas preguntas recurrentes generan un ruido mental que puede desconectar a la madre de lo verdaderamente importante en esta fase. Cuando la espera se alarga, la presión se vuelve más pesada; después de la semana 40, muchas mujeres sienten (o se les hace sentir) que están "fuera de plazo", como si su cuerpo se demorara o tuvieran que justificar la tardanza. Por eso, esta "mentira piadosa" funciona, ya que protege su espacio mental y emocional.
Estudios científicos respaldan esta necesidad de calma. Un análisis de 2025 reveló que casi la mitad de las mujeres en el tercer trimestre experimentan ansiedad relacionada con el embarazo, siendo la percepción de menor apoyo social un factor clave. Esto incluye no sentirse emocionalmente acompañada en la recta final. Reducir los estímulos estresantes y cuidar el entorno no es un capricho, sino una forma esencial de proteger el bienestar de la madre en un momento crucial. Por tanto, esta "pequeña mentira" no es una falsedad, sino un límite sano que beneficia a la embarazada, al bebé y a su entorno.
En definitiva, la fase final del embarazo no se rige por fechas, comentarios o cuentas regresivas externas. Se trata de confiar en la capacidad del cuerpo para dar a luz y en la sabiduría del bebé para nacer. Alterar la fecha de parto no modifica el proceso en sí, pero sí transforma la experiencia de la espera. Es, en esencia, una manera de expresar: "necesito mi espacio ahora". Es establecer un límite saludable que contribuirá a la tranquilidad de la futura madre, al bienestar del bebé y a la paz de quienes la acompañan. Al final, este periodo se centra en la escucha interna, la paciencia y el profundo respeto por una misma.